Nadia Padovani cuenta su historia como mujer, esposa, madre, primera Team Owner y Team Principal ganadora de dos carreras en MotoGP.
Nadia Padovani irrumpió en el Campeonato del Mundo de MotoGP después de un terrible ‘highside’: la muerte de su marido, Fausto Gresini. Con sus cuatro hijos y el futuro de la empresa por definir, se encontraba en una encrucijada: abandonar Gresini Racing y arriesgarse a dejar sin trabajo a las numerosas personas que componen uno de los equipos más importantes del paddock, o hacer frente a todo el dolor continuando el trabajo en equipo que había iniciado muchos años atrás con Fausto.
«Fausto y yo teníamos un pacto, ahora lo honro en MotoGP»
«Fue duro hacerse cargo de la empresa», dice Nadia, «psicológicamente, tanto yo como los chicos que trabajan aquí estábamos destrozados. Pero nunca pensé en abandonar, ni siquiera en los momentos difíciles, porque el impulso de honrar a Fausto fue siempre más fuerte que el de dejarlo todo».
Cuando Nadia se incorporó a la empresa, quiso conocer a cada una de las personas involucradas en Gresini Racing y se apoyó en su experiencia para aprender rápidamente los detalles y la dinámica que le permitirían convertirse en una Team Principal capaz de abrirse camino hasta los más altos niveles deportivos: «Ha sido y es un gran trabajo de equipo», subraya.
Fiel a su elección de continuar con la actividad iniciada por su marido en MotoGP, Nadia cuenta un pacto que hizo con Fausto muchos años antes: «Cuando nos comprometimos yo tenía 20 años y estudiaba enfermería, él tenía 26 y ya era piloto profesional -dice-. Nos motivamos mutuamente para que los dos nos viéramos empujados a dar lo mejor de nosotros mismos. En aquella época, yo estudiaba mucho para sacar buenas notas, y él lo daba todo para ganar todas las carreras posibles».
El Gresini Racing, que afronta el Campeonato de 2022 como Equipo Independiente por primera vez tras dejar atrás su etapa con Aprilia, se estrenó con la victoria de Enea Bastianini a lomos de una Ducati, convirtiéndose Nadia en la primera mujer directora de un equipo que consigue un triunfo en la categoría reina del Mundial.
«Esa victoria fue un torbellino de emociones. Hubo de todo en esas lágrimas -recuerda Nadia-. Recibir cumplidos de otros propietarios de equipos fue emocionante y un inmenso placer», revive con emoción.
«Soy una mujer normal», pero capaz de cosas extraordinarias
La pandemia ha sacudido la vida de todos y, en estas circunstancias, Nadia ha conocido a otras personas que, como ella, han perdido a seres queridos debido a la COVID-19: «He conocido a mujeres que han vivido una situación similar a la mía», dice, «y he visto mi desesperación reflejada en sus ojos; este dolor nos ha unido y seguimos en contacto. Cuando me dicen que les parece maravilloso verme reaccionar así y que se sienten orgullosas de mí, es fantástico porque me da fuerzas para seguir adelante».
A principios de la década del 2000, Nadia dejó su trabajo de enfermera para dedicarse por completo a criar a sus hijos, y fue también gracias a ellos que decidió volver a trabajar: «Intento transmitir a mis hijos las ganas de vivir. Quiero enseñarles que incluso ante un dolor tan grande hay que reaccionar y hago todo lo posible por ser una madre fuerte y hacer que estén orgullosos de mí».
En pocos meses la vida de Nadia ha dado un vuelco: «No estoy acostumbrada a conceder entrevistas y cuando leo que me describen como «una gran mujer, una mujer fuerte»… bueno, yo me siento una mujer normal. Todo me ha salido muy natural, y quizás otras mujeres que han sufrido una pérdida tan importante encuentren esta fuerza, pero en mi caso la gran diferencia es la exposición mediática a la que me enfrento».
Ocupada en hacer malabares con los contratos con los fabricantes y los patrocinadores, Nadia ha abrazado una nueva forma de vida: «Creo que lo que hizo mi marido me da mucha fuerza. Nunca había viajado antes, pero ahora cojo aviones, viajo por el mundo y sigo a mi familia al mismo tiempo».
Nadia también comparte el trabajo con sus hijos Lorenzo y Luca, y son Agnese y Alice quienes más notan su ausencia, pero también son sus más fieles apoyos: «Cuando volví de Qatar, me prepararon una fiesta sorpresa y pasamos una velada maravillosa. Cada vez que me voy es difícil dejar a mis hijas, pero luego las miro y me dan tanta fuerza y coraje que me motivan a dar lo mejor de mí para ser un referente para ellas».
Continuando con el proyecto de Fausto, con el estilo de Elisabetta Franchi
Entre los muchos detalles que hay que definir en un equipo, Nadia quería unir dos mundos a menudo considerados distantes: el motociclismo y la feminidad. «Siempre me ha gustado el estilo de Elisabetta Franchi y la admiro mucho. Así que cuando me incorporé a la empresa pensé que sería estupendo trabajar con ella porque quería que nuestras ‘grid-girls’ fueran refinadas y elegantes -explica Nadia-. Y cuando conocí a Elisabetta fue como si nos conociéramos desde siempre».
Nadia Padovani y Elisabetta Franchi son dos mujeres con muchas características en común, una sobre todo: su irrefrenable deseo de abrazar la belleza de la vida incluso después de un drama personal, transformando el final en renacimiento. «Hubo un gran entendimiento con Elisabetta desde el primer momento e incluso decidió venir a Qatar con su familia para ver el primer Gran Premio del año».
Hay una constante en la vida de Nadia: el cuidado de los demás. Primero lo hizo con sus pacientes, luego con sus hijos y ahora con Gresini Racing. Un compromiso con el que alimenta el futuro de las mujeres que, gracias a ella, tienen una razón más para recordar que rendirse es una posibilidad, pero también lo es reaccionar.