Un viaje desde el nacimiento de las primeras motos deportivas de Triumph hasta el boom de las motos japonesas pasando por las míticas carreras del óvalo californiano y el TT de la Isla de Man.
Cuando Jack Marshall ganó el TT de la Isla de Man en 1908 en la modalidad de monocilíndricas sobre una Triumph a una velocidad media de 64,4 km/h., tras la segunda posición en la primera edición del TT de la isla de Man en 1907, se encendió una llama que sigue ardiendo en cada motorista desde entonces. A partir de aquel momento Triumph tuvo claro que la victoria en competición formaba parte de su ADN. Lamentablemente la Primera Guerra Mundial frenó el uso de las motos desde el punto de vista de ocio a favor de la producción de motos utilitarias.
Tuvieron que pasar unos cuantos años tras las dos guerras mundiales para que el concepto de ocio y diversión sobre dos ruedas resurgiese. Fue en ese momento cuando Triumph retomó su éxito en la senda de la competición con la gesta de Buddy Elmore. El piloto estadounidense salió de la nada y ganó las 200 Millas de Daytona de 1966 desde la 46ª posición de la parrilla sobre un prototipo de Tiger 100 de 500 cc con una velocidad media de 161 km/h (100 millas por hora).
Un año después de aquella increíble victoria, Triumph presentó una moto cuyo nombre sigue transmitiendo hoy en día la idea de fuerza y velocidad: la Daytona.
Gary Nixon se había clasificado tras Elmore en 1966, pero mejoró al año siguiente con la misma moto y consiguió dos títulos consecutivos en Daytona para el equipo Triumph Works. Su táctica era simple: «Vigila el arranque, haz una buena salida y ponte a doblar gente. Y así ganas». Y a él le funcionaba. También ganó los campeonatos AMA Grand National de 1967 y 1968 con una Triumph.
A finales de los años 60, el enorme pico de potencia de la Daytona a 3.500 rpm causaba furor y en el gran premio de Bélgica el piloto de pruebas de Triumph Percy Tait se mantuvo por delante del campeón mundial Giacomo Agostini durante 3 vueltas a los mandos de una Daytona retocada y acabó en segunda posición con una velocidad media de 186,7 km/h.
Estas victorias, junto a los records de velocidad que la firma consiguió en las salinas de Bonneville y la potente imagen de Evel Knievel con su salto sobre la fuente del Caesars Palace en 1967, dieron alas a Triumph en el desarrollo de sus motos.
Malcolm Uphill recibió la aclamación del público al ganar en la categoría Production TT en 1969 y conseguir que una Triumph fuese la primera moto de producción en hacer una vuelta en el TT a una media de 161 km/h (100 millas por hora). Las victorias en la misma categoría se sucedieron hasta conseguir un quinto entorchado consecutivo con la Trident de 750 cc conocida como la «Slippery Sam». Sin embargo en 1975 la producción de la Triumph Trident llegó a su fin.
En la década de los 80 las marcas japonesas, y posteriormente italianas y alemana, empezaron su propia guerra en el mundo de las motos deportivas con auténticos misiles tierra aire de motor ultracompacto para el momento. En los 90 se produjo un nuevo salto en el desarrollo de la parte ciclo con los chasis de aluminio y neumáticos tubulares que sentaron las bases de las motos deportivas modernas.
El lugar que ocupaban las Daytona en el imaginario colectivo volvió a ganar brillo en la temporada 1990-91 cuando llegó a los circuitos una versión más ligera y ágil, la Triumph Daytona 750. Una moto que fue presentada en la vuelta por todo lo alto de Triumph al Salón de Colonia junto a las naked Trident tricilíndricas de 750 y 900 cc, la rutera Trophy 900 de tres cilindros y la 1200 tetracilíndrica.
Aquella presentación en el Salón de la Moto de Colonia dio el pistoletazo de salida, hace ya 30 años al renacer de Triumph.